sábado, 31 de marzo de 2007

Los precusores del esqui en Pajares


Cuando llega ese momento tan esperado por los aficionados al esquí, a muchos se nos acumulan los recuerdos, y aún con añoranza nos damos cuenta de la suerte que hemos tenido al haber conocido a María Isabel Gómez y su esposo, Nicolás Ochoa. Hablar con ellos era como sentirse atrapado entre montañas de nieve y vertiginosos descensos sobre los esquís que ellos dominaban como nadie. Pero el asunto rozaba lo sublime cuando echaban mano de sus álbumes con fotos, reportajes de prensa y trofeos que recordaban emotivos y románticos momentos de dos personas que unieron sus vidas para siempre precisamente sobre las pistas de Pajares.

Nico Ochoa nació en Gijón el 15 de julio de 1916 y, tras cursar sus primeros estudios en el colegio del Santo Ángel, se licenció en Derecho en la Universidad de Oviedo. Un buen día, conoció a famosos montañeros como 'El Boti', 'El Noi', Octavio Triviño y Julio Gavito, que formaron primero el Club Estrella Blanca y luego el Peña Castil, situado por entonces en la calle Marqués de San Esteban, encima del diario 'El Noroeste'. Con ellos comenzó su aventura de montaña y nieve.

Eran media docena de gijoneses que, en los años treinta y cuarenta del pasado siglo, acudían los fines de semana a Valgrande, en el tren del Norte, como es de suponer. Tras una larga caminata, llegaban a un puerto de Pajares totalmente aislado por la nieve para dirigirse con los esquís hasta El Brañillín, donde sólo había dos o tres cabañas de pastores. Allí mismo, un buen día, comenzaron las competiciones, con Chus Valgrande acudiendo a campeonatos de España y encuentros internacionales junto con los Garrido, Arias, Arenillas y los hermanos Armiñán.

En 1944, Nico Ochoa acudió al primer curso nacional de instructores y se convirtió en pionero de los entrenadores en Asturias, contribuyendo a la formación de nuevas generaciones de esquiadores en tiempos nada fáciles en muchos aspectos. Sí lo eran, en cambio, en lo referente a la cantidad de nieve, y sirva de ejemplo una crónica del diario El Comercio, también de 1944: «Pajares permanece cerrado. Los jóvenes deportistas aprovecharon para esquiar en las laderas de Jove y Somió, donde la nieve cubrió más de 25 centímetros y muchos aficionados disfrutaron con las evoluciones sobre los esquís del campeón gijonés Nico Ochoa...»

Y, un buen día, en las pistas de Valgrande, conoció a la joven ovetense María Isabel Gómez Morán, que ya desde los tres años frecuentaba Pajares de la mano de su padre, don César Gómez, otro gran aficionado a la montaña. Había hecho de su hija no sólo una campeona sobre los esquís, sino una joven que con 14 años ya había coronado el Naranjo de Bulnes en una cordada en la que acompañaba nada menos que a los dos famosos Emilios, 'El Boti' y 'El Noi'. Nico Ochoa no tardó en enamorarse de la joven estudiante de Medicina, y María Isabel experimentó la misma sensación junto al gran deportista, famoso tanto por su habilidad sobre los esquís como por su prestancia, ya que era todo un árbitro de la elegancia, conocido como 'El Diablo Rojo' porque volaba sobre la nieve vestido con un característico jersey de ese color.

Contrajeron matrimonio y se fueron a vivir a Gijón, frente al mar. Continuaron con su gran afición al esquí. Tanto que María Isabel llegó a conquistar su último título de campeona de Asturias en el año 1949, cuando ya estaba embarazada de su segunda hija. Toda su vida fue un disfrute constante por montañas y pistas de nieve por toda España y Europa, junto con otros notables deportistas como Chus Valgrande, Pepe Viña, Antonio Matilla, Onésimo Galarraga, José Ramón Bayón y Casimiro Fernández, entre otros. Disfrutó con ellos de los bellos parajes de Garmisch (Alemania), Jungfrau (Suiza) y Chamonix, y no podemos dejar de mencionar la ocasión en la que, con su gran amigo Pedro Pablo Alvargonzález, dejaron enterrada una lata de fabada en el Mont Blanc.

Pero, sobre todo, para Isabel y Nico los mejores recuerdos iban para los primeros descensos del Cuitu Negru al Brañillín. Estaban orgullosos no sólo de haber disfrutado con el esquí, sino también de haber sido de los primeros en abrir las puertas de una modalidad deportiva que más tarde propiciaría que Asturias tuviese grandes campeones y que, felizmente, las pistas de Pajares e incluso las posteriores de San Isidro se queden pequeñas.

Mas, con ser relevantes las figuras de María Isabel y Nico Ochoa para la historia del deporte blanco en Asturias, no podemos obviar la impronta profesional que Nico dejó como procurador de los tribunales, actividad que desempeñó con notable éxito hasta superados incluso sus 70 años. Fue recompensado con la Medalla de San Raimundo de Peñafort. Asimismo, tuvo bien ganada fama como promotor de actividades culturales, pues a su habilidad como pintor -fue un gran paisajista que celebró con éxito varias exposiciones- hay que añadir diversas muestras sobre artesanía asturiana que, junto con sus amigos Lalo Buznego y Jesús Rodríguez, organizó al comienzo de los años sesenta. Obtuvieron el beneplácito del gran público y resultaron el punto de partida para la promoción de nuestra región a nivel nacional.

María Isabel y Nico Ochoa ya nos han dejado para siempre después de llevar una feliz vida, unidos por el amor, el deporte y la familia, pero son muchos los asturianos (gijoneses principalmente) que les recuerdan de manera especial por estas fechas junto con esos deportistas que rompieron barreras muy difíciles por entonces. Recordar también a aquellas primeras mujeres que calzaron los esquís, como Teli Lana, Kiti Cangas, Margarita Benedet, María Cores, y las hermanas Conchita y Virginia Valgrande. Porque ellas y ellos no sólo nos dejaron una ejemplar estela sobre las pistas de Valgrande, sino que también nos dan una sana envidia por lo mucho y bien que disfrutaron sobre aquellos antañones y largos esquís de los primeros tiempos.

Fuente: La Nueva España

No hay comentarios: