lunes, 29 de octubre de 2007

Los mártires leoneses son recordados en el corazón de la Iglesia

Ricardo, un estudiante de 3º de ESO de 14 años, estaba ayer mareado. Llevaba horas en la plaza de San Pedro, bajo un sol abrasador, sujetando una pancarta en memoria del que fuera obispo de Cuenca, Cruz Laplana y Laguna, fusilado el 8 de agosto de 1936. Cuando arrancó la ceremonia de beatificación de 498 mártires de la Guerra Civil, el pobre Ricardo ya no podía más. Cansado y borracho de emoción, tuvo que soltar la pancarta y sentarse a descansar.

Había llegado a Roma en peregrinación junto a un grupo de Acción Católica de Cuenca de 55 personas, la más pequeña, de ocho años y la mayor, sexagenaria. «Estos mártires deben de ser honrados y recordados porque murieron por Cristo y dando ejemplo. A mí, concretamente, me han enseñado que la vida no se puede desperdiciar yendo a discotecas a drogarse», sentenciaba muy serio.

La plaza de San Pedro era una marea de telas rojas y amarillas. También había enseñas de San Andrés, la bandera que había antes de la bicolor y que algunos llevaban como símbolo de la España católica. Y alguna que otra bandera franquista.

Por ahí se paseaba con aires marciales, camisa negra y una bandera de «la hermandad de combatientes italianos en España» Juan Carlos Gentilini, hijo de un militar italiano que combatió del lado de Franco y que luego prestó servicio al régimen como guardia forestal. «Si hubiera nacido en China, probablemente me identificaría con el Partido Comunista Chino. Si hubiera nacido en Irán, apoyaría al ayatolá. Pero nací en Madrid hace 39 años, en la España de Franco, con la que me identifico».

José Luis Corral, el sudoroso (en sentido literal, el hombre ayer transpiraba a mares) líder del Movimiento Católico Español y de Acción Juvenil Española, acudió a Roma acompañado de unos 55 seguidores y ondeando la bandera franquista. «Actos como este favorecen la reconciliación, aunque despiertan la ira de los malvados», señalaba en un tono bastante poco pacificador. «Lo que daña la reconciliación es que los asesinos de estos mártires, y sus mismos partidos, pretendan dar ahora la vuelta a la victoria nacional y declarar todo esto proscrito mientras ellos enaltecen a los suyos». Corral acabó sentado ante una fuente, junto a un chiflado local que llevaba un insólito gorro repleto de estampitas. Eran tipos absolutamente pintorescos.

La mayoría de las 30.000 personas que ayer asistieron a la beatificación de los 498 mártires de la Guerra Civil eran de otra pasta. Como Silvia Gómez, de Calahorra, que llevaba cosida en la espalda una foto de su tío abuelo Ramón de la Virgen del Carmen, un carmelita de Logroño fusilado en Toledo. Silvia se pasó la ceremonia corriendo detrás de su hija de 15 meses. «Esto no es un acto político, es un acto religioso», subrayaba. «Como familiar de un mártir, esto para mí es muy importante. Y no creo en absoluto que la gente se crispe por estos asuntos».

«Nosotras hemos venido porque creemos que esta ceremonia puede ser muy importante para la reconciliación, ya que estos 498 mártires son un testimonio de amor», aseguraba Isabel Solís, una mujer que había ido a Roma con seis familiares. «Espero que sirva para suavizar la situación que estamos viviendo en España, donde los creyentes nos sentimos constantemente insultados».

A pocos metros, llorando de emoción, estaba Martín. «Me bautizaron con ese nombre en recuerdo de mi tío abuelo, Martín Lozano Tella, martirizado en Fuente del Fresno, en Ciudad Real», señalaba. «Siempre me he sentido muy cercano a él, y me duele que la gente critique estas beatificaciones y desentierre viejos odios que yo ya creía olvidados».

«Estos mártires murieron perdonando a sus verdugos. Y ahora, después de todo el tiempo que ha transcurrido, el Gobierno no quiere pasar página», opinaba Eduardo Montes, un sacerdote que vive en Francia. «Pero tampoco estoy a favor del PP, que dice que hay que olvidar. ¿Por qué? Es antinatural y peligroso, la Historia nos enseña. En este asunto hay una enorme carga afectiva y muy poca racionalidad».

Fuente: La Crónica de León

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