domingo, 13 de mayo de 2007

En San Isidoro concluyen las jornadas sobre "hablar y escribir bien"


Las jornadas 'Escribir bien para leer mejor' que se han venido desarrollando en la Casa de Espiritualidad de la Real Colegiata de San Isidoro por iniciativa de la Fundación Santa María y a las que han asistido cerca de un centenar de profesionales concluyeron ayer con una conferencia a cargo del escritor vallisoletano Gustavo Martín Garzo y la celebración de una mesa redonda en la que participaron cuatro escritores muy vinculados a la literatura infantil y juvenil, evento del que se informa en estas mismas páginas.

José Luis Cortés, en representación de la entidad organizadora de las jornadas, la editorial SM, se encargó de presentar al escritor pucelano Gustavo Martín Garzo, al que definió como un «tallerista de sentimientos» y un «permanente defensor con hechos y palabras de la literatura infantil y juvenil».

El autor de 'El lenguaje de las fuentes', con el que ganó el Premio Nacional de Narrativa, comenzó su intervención recordando su estrecho vínculo con León, gracias a que su madre era de esta tierra y a que su abuelo poseía un hotel muy cerca de la Catedral donde pasó algunos de los mejores ratos de su infancia. Además, el primer premio importante de su carrera de escritor lo recibió en León, el Emilio Hurtado, en cuyo jurado estaban nombres relevantes de la literatura leonesa como Gamoneda, Merino o Mateo Díez.

A Martín Garzo le parece novedosa la propuesta de la editorial SM para estas jornadas «porque lo habitual es hablar de la lectura, pero resulta menos frecuente preguntar a un escritor lo que representa para él la escritura».

El autor de 'Las historias de Marta y Fernando' parte de la base de que para ser escritor «hay que haber leído obligatoriamente y de hecho el primer consejo que puedes dar a alguien que quiera escribir es que lea todo lo que caiga en sus manos». Sin embargo, reconoce que la escritura es «otro grado más» y resulta interesante establecer la diferencia entre la palabra escrita y la palabra dicha. «Escribir no es distinto a hablar, pero se trata de hablar de una manera muy especial.

Yo creo que hay ciertos momentos en la vida en que realmente logramos hablar de verdad, es decir logramos contar lo que de alguna forma nos está sucediendo, pero uno de los grandes problemas que tenemos es cómo llevar nuestra propia experiencia al lenguaje».

Martín Garzo reconoce que normalmente se empieza a escribir en la adolescencia. A su jucio la explicación es que normalmente al adolescente «le faltan palabras para contar lo que le sucede y precisamente de esa limitación surge la necesidad de escribir, como una manera de conquistar esas palabras que todavía no tiene», asegura.

Para el autor de 'El cuarto de al lado' la escritura tiene también muchísimo que ver con esas palabras que somos capaces de decir en los momentos especiales, cuando encontramos a un interlocutor con el que nos sentimos escuchados de verdad. «Esos instantes son muy creativos porque uno dice cosas que ni siquiera sospechaba que podría decir.

Pero la vida no siempre nos da esa opción de tener delante a alguien que abre ese espacio para que nosotros podamos hablar de verdad. En ausencia de ese interlocutor ideal surge la escritura como una forma de encontrarle de alguna manera, de hablar con alguien que no está y que muchas veces ni siquiera sabemos quién es, de hablar con los desaparecidos, incluso la escritura nos permite hablar con los muertos».

A la pregunta de si el escritor escribe para él o pensando en sus potenciales lectores, Martín Garzo opina que «en los lectores piensas después, pero yo tampoco diría que piensas en ti mismo. Tú quieres decir algo y por eso te pones a escribir, pero ese algo no tiene porque pertenecerte a ti exactamente, porque de alguna manera escribir es encontrar cosas.

Muchas veces ni siquiera sé el libro que estoy escribiendo», confiesa Garzo, para quien el éxito comercial o el reconocimiento crítico no son tan importantes para un escritor como el encuentro con sus lectores, «el sentir que tiene lectores, es decir que hay gente a la que sus libros le importan y son importantes para él. Esto es fundamental porque tienes la sensación de haber logrado lo que querías.

La escritura es un trabajo solitario y el momento en que entregas tu libro es una prueba de verdad, ver hasta qué punto eso que has escrito existe realmente y no sólo está en tu imaginación sino que es real y por lo tanto alguien puede recibirlo. Cuando esto se produce evidentemente te provoca una enorme satisfacción porque en ese momento es como que dejas de ser un loco en el sentido de que tu delirio ya no es tal delirio sino que es algo que puedes ya compartir con el otro», concluye Martín Garzo.

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