sábado, 26 de mayo de 2007

Se hace camino al andar


Unas gafas austeras esconden su mirada, que evoca calma y profundiza en aquellos recuerdos que dibujan su camino. Un peregrinar de 73 años, que desde hace siete tropieza a cada paso. El cáncer despertó sus reflexiones y las innumerables sesiones de quimioterapia no hicieron más que fortalecer su interior. De gesto pausado y caminar diario, sin mirar más allá del paisaje que proyecta su horizonte, George Wagner, nacido en Alemania, es un enamorado de Santiago de Compostela, pero sobre todo es un enamorado de su mujer, Brigitta, que desde el año 2000, fecha en la que diagnostican una leucemia a su marido, ha retirado con tesón y valentía las barreras que acotaban el transcurrir vital.

Nadie diría que está enfermo, afronta la vida de frente y no da la espalda a la muerte. No quiere. Sabe que cualquier día puede ser el último, no sólo para él, «para cualquiera», y por eso disfruta de cada minuto para que el alma no se le escurra de entre sus dedos. Ésta es su tercera vez -las dos anteriores en el 2004 y 2006- que recorre el Camino de Santiago, por su parte francesa, y George cree que el apóstol ha intercedido por él. Si no nadie lo entiende. En el 2004 volvió a ponerse malo, le recomendaron que fuera al oncólogo y volvió a oír lo que cuatro años atrás hizo temblar sus miedos. Otro nuevo cáncer, pero esta vez de estómago y, encima, no tiene cura, «es inoperable». Le dio igual, aún convaleciente, le dijo a su médico que volvería a hacer el Camino; 830 kilómetros de reflexión y de conocerse a sí mismo; 32 jornadas para avanzar, en las que ni siquiera susurra, prefiere ir en silencio para hablar con su alma. Él delante y su mujer detrás. «Cuando vas a Santiago persigues a tu sombra, pero cuando vuelves tu sombra te persigue a ti». Esta frase, que George ha hecho suya, se la dijo una peregrina en su viaje del 2004. «Estuve durante mucho tiempo pensando que me quiso decir hasta que un día me di cuenta. Hay que dejar atrás el peso de la vida». George, en figura metafórica, explica así como venció la depresión en la que un día se vio sumido. Sólo duró una semana, quizá un poco más, pero la primera vez que oyó la palabra cáncer se encerró en una apatía aplastante. Ahora, sin querer ser un ejemplo, pretende demostrar que ni la enfermedad más grave ahoga los propósitos.

«Hay que salir, ponerse guapo y hacer lo que uno quiere». Él lo está consiguiendo. En estos momentos pasea por los parajes que más le gustan. Los montes de León, como él dice, «son lo más bonito de todo lo que hemos visto desde que salimos de Saint Jean Pied de Port el pasado 4 de mayo». Hoy estará a punto de llegar a Rabanal del Camino, después de un día intenso desde que partió de Astorga, pero estos kilómetros son la recta final de una promesa, la que le hizo al apóstol en su última visita. «La próxima vez que venga estaré casado con mi mujer por el rito católico -ya lo había hecho por lo civil-». Así será. El monasterio de Rabanal del Camino acogerá mañana, en la misa de los peregrinos que se oficia a las siete de la tarde, el enlace matrimonial entre George y Brigitta que aunque es protestante el Vaticano reconoce ya su bautizo y les permite casarse «hasta que la muerte les separe».

«Con las botas puestas»

Será una ceremonia tranquila, sin lujos ni trajes. La enjundia la da el amor. «Voy a pedir permiso al prior para ver si puedo entrar con mi mochila, luego la dejaré a un lado». George quiere llegar al altar con la espalda encogida por el peso, con sus botas que dibujan en la suela el mapa del sacrificio y con su mujer. Quiere que sea en Rabanal, porque fue allí, en su primer viaje, donde escuchó la voz de Dios. «Es un lugar místico, pero no es el final del trayecto, tampoco lo es Santiago, cuando llegas ahí empieza una nueva senda». Un itinerario con el que pelea desde hace ya siete años, sin doblegar, sólo con la fuerza de voluntad que le da el apóstol. Sus creencias son lo que le hacen aferrarse a esta vida, que no es más que un accidente en el transcurrir global. Echa una mirada al cielo, con la complicidad de Brigitta, y se pregunta «¿Qué hay detrás de las estrellas?». El cielo plomizo crea un tapiz que no deja ver lo que busca, pero sabe que detrás se esconde algo bueno. «No tengo miedo a la muerte, ya la he visto de cerca». Tras la boda, pondrá un pie delante del otro, como ha hecho siempre. Así hasta que llegue a Santiago el 8 de junio. Irá a todas las misas y volverá a llorar. George, el apóstol te espera el año que viene.

Fuente: Diario de León

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