miércoles, 4 de abril de 2007

Alejandro, un papon que dejo huella en Leon


El mejor papón y relojero

Murió hace 10 años, en febrero de 1997, y aún se le recuerda con nostalgia. Marcó una época. Fue un hombre de verdad. Y un papón irrepetible. Y, como ya se ha dicho tantas y tantas veces, el mejor relojero de la calle del Teatro. Alejandro Morán, una década después de su fallecimiento, continúa siendo el referente indiscutible de cientos de papones leoneses. Alejandro fue un personaje cargado de anécdotas.

De vivencias. Y de generosidad. Y espontáneo en sus actos. Quería que todo fuera a lo grande si de 'su' cofradía –la del Dulce Nombre de Jesús Nazareno– se trataba. Siendo abad en el bienio 1993-1994 protagonizó un hecho que aún es comentado. Se celebraba una junta de seises en la que uno de sus miembros defendía algo con lo que no estaban de acuerdo ni Alejandro ni la práctica totalidad de los asistentes.

La cosa se fue complicando de tal manera que sólo el abad –el bueno de Alejandro– podía zanjar definitivamente el asunto antes de que fuera a mayores. En medio del rifirrafe, ante el cariz que tomaban las cosas y entendiendo como un exceso la postura y la propuesta del seise, lo miró a los ojos y le dijo: 'mira, chaval [la diferencia de edad entre ellos era notable], me debes tres respetos: 'uno, porque soy mayor que tú; otro, porque soy el abad, y el tercero, porque te suelto un guantazo que te pongo la cara al revés'.

La respuesta del aludido –que lloraría mucho la muerte de Alejandro y uno de los papones más destacados de la cofradía– fue contundente: 'A mí me lo vas a decir'. Sabía cómo se las 'gastaba' Alejandro. Como sabía que, pese a esa forma tan peculiar de expresarse, era todo bondad. Y un altar de ternura.

Llegado el Jueves Santo la iglesia de Santa Nonia se convierte en un museo de escultura religiosa con motivo de la tradicional 'saca'. Se pide para la cofradía con la inmemorial frase 'una perra p'a Jesús', a la vez que se golpea la horqueta contra el suelo. Y es hábito heredado que en una dependencia situada a la entrada de la iglesia, a la izquierda, se agasaje a los hermanos e invitados con dulces, queso, pan y limonada. Todo ello en su justo término, claro ésta. Ya se encarga quien lo atiende de que nadie se extralimite.

Pues bien. En 1994 Alejandro rompió la norma. Él era así y la cofradía, sagrada. Al respecto, sólo pronunció dos palabras: 'con cojones', que, traducido, quería decir que no faltara de nada. Y aquel año las pastas volvieron a su tamaño natural y fueron abundantes; los tacos de queso tan espléndidos, que nadie daba crédito; el pan, crujiente y amplio, llenaba la boca. Y la limonada, sin medida. Ya lo había dicho señalado Alejandro: 'con cojones'.

De modo, que 10 años después de su muerte, Alejandro Morán no pasa desapercibido. Parece que no ha muerto. Parece, digo, que en cualquier momento puede aparecer en el pórtico de Santa Nonia con una faria ladeada en la boca y la mano derecha en el bolsillo del pantalón. Y es muy común escuchar en la iglesia durante la Semana Santa eso de 'si estuviera aquí Alejandro…', 'como diría Alejandro…' 'cuánto me acuerdo de Alejandro…' Pero que nadie se engañe: Alejandro no se ha ido. Y jamás se irá. Alejandro, como papón, es ya inmortal.


Fuente: La Crónica de León

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